Egipto, la piedra Rosetta y Rupert

El pasado sábado hizo la friolera de 218 desde que se descubriera la piedra Rosetta, clave para desentrañar los jeroglíficos egipcios que tanto fascinaban al mundo. Si queréis visitarla, tenéis que ir a Londres, al Museo Británico o Bristish Museum o como queráis llamarlo. Donde tiene esas cositas griegas tan monas…

Para resumir, la piedra Rosetta es un tocho* de eso, piedra, en el que está grabado un texto concreto. Sí, sí, un solo texto… pero en tres idiomas distintos: jeroglíficos egipcios primero, luego demótico y, por último, griego antiguo. Vamos, que sirvió como clave para poder descifrar los jeroglíficos egipcios, hasta entonces impenetrables.

Rosetta stone
Piedra de Rosetta

En 1799 la descubrió un soldado francés durante la campaña en Egipto del país galo. Y luego, por las carambolas del destino (vamos, cuando los franceses perdieron ante los ingleses en Egipto en 1801, y gracias a la Capitulación de Alejandría), acabó en Londres en 1802. Y allí lleva desde entonces.

Ahora vamos con el título… Egipto, la piedra Rosetta y Rupert. La relación de Egipto y la piedra Rosetta es más evidente, pero ¿Rupert? ¿Quién es ese Rupert? Pues os lo vamos a decir: Rupert es quien queremos ser de mayores. Bueno, vale, no queremos ser Rupert, pero no nos importaría tenerlo cerca. Es el protagonista de Imposible, de Loretta Chase, la segunda entrega de la saga de los Carsington que tuvimos el placer de traducir. Y fue un placer absoluto (aunque nos dio sus quebraderos de cabeza) por las risas que nos echamos.

Imposible Egipto Rupert
Imposible, de Loretta Chase

Rupert es un niño grande, un hombre que a simple vista es un tontorrón, muy dado a las bravuconadas y a solventar los problemas a puñetazos, pero que en realidad es más listo que el hambre. Fijaos si es listo, que acaba casándose con toda una egiptóloga, una mujer muy moderna, con estudios y sin miedo a demostrar que tenía una cabeza muy bien amueblada.

En el momento en el que transcurre la novela, la piedra de Rosetta ya se había descubierto, pero todavía no se habían descifrado los jeroglíficos. No, eso sería un poco después, cuando Jean-François Champollion lo consiguiera un año más tarde (exacto, gracias en gran medida a la piedra Rosetta). Pero Dafne, nuestra protagonista, está a un paso de hacerlo, que para eso es un coco.

Ahora a lo mejor os preguntáis cómo leches pasamos del aniversario del descubrimiento de la piedra Rosetta a un libro que tiene de disertación científica lo que nosotras de monjas carmelitas, pero es que nuestras conexiones cerebrales funcionan así, qué le vamos a hacer…

 

*La piedra Rosetta es, en realidad, un fragmento de una estela egipcia, de un material llamado granodiorita (roca ígnea plutónica, parecida al granito), lo del «tocho» es cuestión de licencia poética y tal… Ejem.

 

 

¡Comparte si te gusta!