De verdad de la buena, palabrita, han sido unas vacaciones desconectadas, pero desconexión total y absoluta. Dos semanas de no encender el ordenador (así le ha costado responder al pobre esta mañana) y de despreocuparnos de absolutamente todo.
Fue activar el mensaje de respuesta automática para avisar de que estábamos de vacaciones y sentir la paz.*
Esas dos semanitas han dado para unas cuantas cosas, como descubrir un nuevo restaurante coreano (ñam ñam) y maravillarnos, una vez más, de la estulticia humana (hemos visto salmonetes menos colorados que la piel de algunos turistas).
Las eternas largas tardes veraniegas parece que por fin están acabando y que el abrasador sol empieza a darnos una tregua. Y ahora lo que toca es volver, volver, volver… a la tecla otra vez. Ejem.
Así que aquí estamos, con alguna lectura bajo el brazo, las pilas cargadas y los hombros (algo) más relajados.
Vamos, que hemos vuelto.
*Vaaaaaaleeeee, en el mensaje incluíamos la coletilla de que si era urgente, se pusieran en contacto por teléfono, pero es un tecnicismo fruto de nuestro sentido de la responsabilidad hiperdesarrollado.
Los comentarios están cerrados, pero los trackbacks y pingbacks están abiertos.