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El buen rollo y la realidad

Tras una semana de parón bloguero (el trabajo manda y no se puede estar en todo), volvemos con algo que nos lleva rondando un tiempo la cabeza, pero que resurgió hará cosa de un par de meses, viendo la miniserie sobre Isabel I de Inglaterra interpretada por Helen Mirren y Jeremy Irons. La serie tiene ya unos añitos, pero está muy bien ambientada y ver la interpretación de esos dos pesos pesados es un gustazo (os recomendamos muy mucho que la veáis en V.O.S.). Pues centrándonos en lo que nos interesa, resulta que hay alguna que otra escena muy cruenta, de torturas y ejecuciones públicas, con tripas que sacan del cuerpo cuando dicho cuerpo sigue con vida para ser enrolladas en hierros y enrollarlas cual bobina de hilo, por un poner… ¿Cruel? Mucho. ¿Sangriento? No sabéis cuánto. ¿Real? Como la vida misma. ¿Innecesario? Ahhh, y hemos llegado al quid de la cuestión.

¿Hay series o películas demasiado violentas? ¿Dicha violencia es innecesaria o se ajusta a la realidad? Pensamos, sobre todo, en series históricas. Vikingos, por ejemplo. Esas «masacres» de monasterios y pueblos, cuando llegaba la época de las incursiones, si las vemos en toda su gloria, ¿es innecesario? Las águilas de sangre también tienen tela, pero si era una práctica que existía, ¿está mal que aparezcan en una serie con un componente histórico tan fuerte? A nuestro parecer, no.

Si volvemos a la miniserie sobre Isabel I, vemos cómo rueda la cabeza de María Estuardo. Eso sí, el verdugo fue un poco torpe y necesitó más de un hachazo. Lo habéis adivinado, se ven. Los hachazos, digo. Y la cabeza cortada también, por supuesto.

Como ya dijimos en una entrada anterior, los gustos están ahí y no hay que justificarlos. Pero calificar como «violencia gratuita» algo que era si no habitual al menos recurrente en la época de turno, va un poco más allá de los gustos. Una vez más, a nuestro entender se adentra en la corriente del «buen rollismo». Nos viene a la cabeza una entrada escrita por Pérez Reverte en su página oficial, en la que hablaba de una fiesta infantil con los piratas como tema y en la que no se podían llevar ni espadas ni pistolas porque (vamos a parafrasear, para no extendernos mucho) iban a ser piratas buenos… ¡y olé! Si buceáis un poco por la página del escritor, encontraréis (gustará más o menos, como escritor o como personaje, pero desde luego que la lengua no se la suele morder).

Analicemos bien el asunto: piratas buenos. Sin espadas. Sin pistolas. Se ve que abordaban otros barcos para desearles los buenos días o algo. Evidentemente, no vas a decirle a una criaturita de corta edad (¡Hemos evitado lo de niño/niña!) que se va a disfrazar de pirata sanguinario, pero que unas criaturas supuestamente adultas se pongan a discutir de estas cosas… La cuestión se ha ido de las manos. Mucho. Así luego se explican series como El equipo A (somos ya viejunas, porque nos referimos a la serie, no a la última película), en la que si había muertos, no se veían, y por más explosiones que hubiera, nadie salía mal parado, sólo aturdido.

Por supuesto, hay series y películas con una violencia totalmente gratuita (escenas en las que violan en grupo a una mujer por la sencilla razón de que tienen que demostrar lo depravados que son los malos, por ejemplo, o en la que se ve cómo le revientan la cabeza a golpes a un desgraciado porque, sí, los malos son malos y eso es lo que hacen allá por donde van). O series y películas en los que a la violencia se le da una pátina de glamour, un toque aséptico y caballeroso, más respetuoso con el ojo del espectador pero que no por ello deja de ser violencia al fin y al cabo.

Personalmente, y vuelvo a hablar por las dos, preferimos que, ya muestre más o menos violencia, la serie sea honesta y que se ajuste al período histórico en el que se ambienta y a la realidad (la realidad es uno de esos pesky little details que de pequeños tienen poco). No nos imaginamos a los moteros de Hijos de la Anarquía (Sons of Anarchy) poniendo la otra mejilla cuando alguien los ofende aunque sea de refilón… nos los imaginamos repartiendo hostias como panes.

Imagen de grupo de los componentes de Hijos de la Anarquía
Los Hijos de la Anarquía en todo su esplendor

 

¿Conclusiones después de semejante parrafada? En realidad, solo tenemos claro que el equilibrio entre el buen rollo y la realidad. Aunque en nuestro caso es más un asunto de que el buen rollo no te estropee la realidad.

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