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Ahora que luce más el sol

Al repasar las publicaciones que compartimos en Facebook y en Twitter, cualquiera diría que nuestras mentes son de un disperso que asusta. Y a dicho cualquiera no le faltaría razón en cierto sentido: tenemos un montón de inquietudes, por llamarlas de alguna manera, y somos dos, así que ya os podéis hacer una idea. Las civilizaciones antiguas en general y Egipto en particular, todo lo relacionado con la Regencia inglesa y la época victoriana, curiosidades de la lengua, noticias astronómicas (que no astrológicas), imágenes curiosas, humor gráfico, bosques, paisajes urbanos, teatro, perros… Vamos, que no será por falta de opciones.

Ahora que los días son más largos, el mismo cualquiera de antes podría pensar que tendríamos más tiempo para hacer todas esas cosas que nos gustan. ¡Je! Los días son más largos, sí, pero el calor empieza a apretar y tenemos que meter las horas de trabajo, el remunerado y el que no lo es (ya sabéis, la casa no se limpia sola y hace mucho que descubrimos que los duendes del frigorífico solo aparecen cuando algo se ha pasado de fecha), más algo de ejercicio para no quedarnos con la forma de la silla y el culo en plan pantalla de cine (nuestras perras también agradecen el ejercicio, por cierto), más todo lo demás,  en las horas de menos incidencia solar… que es la manera fina de decir «las horas en las que no te asas».

Por una vez, ser autónomas nos supone una ventaja, ya que podemos adaptar las horas delante del ordenador según las necesidades (y echamos muchas para entregar las traducciones a tiempo). A ver, ser autónomas que trabajamos desde casa, claro, porque quien tenga que desplazarse… El caso, que intentamos no estar dobladas sobre el teclado con el peso del calor, por mucho aire acondicionado que pongamos. ¿Qué hacemos en cambio? Usar esas horas de calor máximo para descansar, con la tableta buceando en la historia o viendo alguna serie en la tele… O, que a esto venía toda la parrafada que os hemos soltado hasta el momento, con una SIESTA QUE NO SE LA SALTA UN GALGO.

Una mujer tumbada en un diván, a la sombra, echándose una siesta
La siesta, un pequeño placer

Sí, sí, SIESTA, en mayúsculas, de las que te despiertas sin saber ni qué día es, cuando el sol todavía está en todo lo alto, porque en verano no se pone hasta las tantas de la noche. Una SIESTA de las merecidas después de la labor bien hecha, después de poner y tender esa lavadora que no puede esperar o de pasarle el trapo a los muebles. Una SIESTA de las que cualquier persona se merece. Las SIESTAS son pequeños placeres, pero también un lujo, porque sí, el tiempo es oro, y ya se sabe que los que no tenemos mucho oro hacemos malabares con el tiempo.

Os invitamos a echaros una buena SIESTA cuando tengáis la oportunidad. Que disfrutéis de ese breve momento absolutamente egoísta. Porque os lo pide el cuerpo, porque os apetece. Tenemos muy claro que quien más protesta de las SIESTAS suele ser quien menos las necesita.

 

 

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